martes, 30 de agosto de 2011

Segundo de bachillerato.

Hay personas que dicen que el tiempo en la vida pasa de una forma fugaz, y que por lo tanto un año (o dos) no son nada. Realmente tienen razón en eso de que el tiempo vuela, pero lo que un año llega, si tienes suerte, a proporcionarte puede ser algo impresionante, porque ese tiempo puede resultar suficiente para conocer a personas que, de una forma u otra, marcarán tu vida.

Y como ejemplo estamos nosotros, el grupo de segundo de bachillerato del instituto de la Guía. Un grupo que ha conseguido formarse y unirse como tal en 365 días, o incluso menos si cabe. La cantidad de 61 personas, que puede parecer un número pequeño pero que se hace grande cuando se trata de hablar de nosotros. Nosotros, 61 personas completamente diferentes que nos hemos encontrado en el que es uno de los años más importantes de nuestra vida.
Un punto de inflexión decisivo en el que por suerte no hemos estado solos, si no que por el nos han guiado 18 profesores y profesoras, de los cuales por desgracia y entre lloros uno nos dejó, que no sólo nos han marcado el camino que debíamos seguir, si no que nos han aguantado mientras lo hacíamos, quejándonos a ellos y, para qué negarlo, también de ellos en ocasiones. Profesores de los que hemos aprendido multitud de cosas. Como que la lluvia no sólo es choiva, si no que también es sarabia, orballo, poalla o babuxa; o que las declinaciones de latín y griego es necesario sabérselas tan bien como los números, que aparecen tanto en integrales y ecuaciones como en problemas de economía; también nos hemos estudiado todos los tiempos verbales existentes en inglés, y algunos también los del francés; hemos aprendido a leer un mapa del tiempo o una pirámide de población y hemos recordado las provincias de España, a la vez que conocíamos toda su historia, nuestra historia; y también la historia de filósofos antiguos que nos volvían locos y la de autores que creaban verdadero arte con un trozo de mármol o un lienzo, queriendo, mientras caminábamos entre todas esas cosas nuevas, poder llegar a ser en algún momento tal inspiración para alguien como Katherine Whitmore lo fue para Pedro Salinas o Beatriz para Dante.
Gracias entonces a todos los profesores que en un año nos han enseñado tanto como han podido, de los que hemos aprendido cosas de las que nos acordaremos durante mucho tiempo y algunas otras que, ciertamente, se nos acabarán olvidando con el paso de los días.

Pero en este año no sólo cuenta lo que nos ha llenado a nivel intelectual. Este año nos ha llenado también de muchísimas otras cosas, de miles de experiencias. En este tiempo no sólo hemos aprendido libros de teoría, si no que hemos aprendido a crecer como personas, todos juntos. Compartiendo momentos que a partir de ahora serán recuerdos que guardar.
Sobretodo hemos reído, en cada excursión, cada recreo y cada cambio de clase, y durante las clases también, tanto en alto como aguantándonos la risa. Pero no hemos compartido sólo alegrías, enmarcadas muchas de ellas en multitud de fotos, si no que ha habido una de cal y otra de arena. Porque juntos también hemos llorado, tanto por notas de exámenes como por problemas que te traes de fuera, de esos que cuentas a ratos a tus compañeros mientras el profesor no te mira. Y en cada uno de esos lloros nos hemos tenido los unos a los otros ahí, secándonos las lágrimas. Todo esto no se nos puede olvidar situarlo dentro de un cuadro de ansiedad y nervios constantes que hemos superado sacando fuerzas y ánimos de donde a veces parecía no haberlos, pero claro, con ayuda todo es posible, y nosotros siempre hemos estado ahí apoyándonos, diciéndonos tantas veces las palabras “suerte” y “ánimo” que se hace imposible el contarlas. Nos hemos conocido en todos los formatos posibles, en el formato sueño y ojeras producido por una noche de estudio y que te da necesidad imperiosa de café; en el formato alegre dado por una buena nota, o en su contrario; en el de ahogado entre apuntes y en el de vacaciones; en el formato depresión de lunes y en el de por fin es viernes. En todos los imaginables, que son muchos, pero que tienen en común que detrás de ellos nos hemos tenido siempre un cariño inmenso, nos hemos querido.
Y ahora resulta que nuestra travesía se acaba, que dejamos de ser pequeños barcos en aguas conocidas para pasar a navegar en alta mar. Que se nos cierra el fin de una etapa, eso sí, aunque dejándonos abierta una puerta a infinitas posibilidades de nuevos trayectos y experiencias. Pero no es algo de lo que tengamos que preocuparnos en exceso, porque sé que podremos con lo que la vida vaya poniéndonos por delante, de verdad. Porque cada uno de nosotros no somos si no pura magia.


( Me apetecía poner esto aquí ahora que se acaban mis vacaciones, una pequeña gran parte de mí, el discurso que escribí al terminar el que ha sido mi último año de instituto. )
( El lunes empiezo la señora universidad, ¡deseadme suerte! )

4 comentarios:

  1. Te deseo suerte, compañera de ruleo. Espero que consigas alcanzar todas tus metas, un beso!

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  2. tiempo hace ya que pasé esa etapa, pero sigo recordándola como si la hubiese vivido ayer. Me aterraba la idea de pensar "estoy creciendo", pero lo cierto que lo bueno viene después. La universidad es la mejor época de la vida, empiezas a acatar responsabilidades y a hacerte a ti mismo, eligiendo cada paso y guiándo tu propia vida, y además con la ventaja de poder cometer ciertas irresponsabilidades que al final se te perdonan por eso que dicen de "la juventud". :D Muchísima suerte en tu nueva etapa!

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  3. vaig sentir quasi el mateix al acabar el meu batxillerat, ja fa quasi quatre anys... no saps com et puc entendre!

    molta sort bonica!

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