Superponemos los besos en los labios, hasta que estos están demasiado ocupados en respirar y pasamos a las manos. Al intercambio fugaz entre las caricias lentas y las rápidas, a la imposibilidad de contar cada uno de nuestros latidos. El color de nuestras pieles se parece, somos nieve sobre nieve generando calor. Creamos nuevos universos entre el lío de sábanas y el colchón.
De fondo suena el silencio, y un leve nosotros.
Mientras, desde el cielo, la Luna nos espía para contarle nuestras historias a quien esté dispuesto a escucharlas.